Son muchas las ocasiones en las que me veo en consulta diciendo a las personas: «¡confía!». Confía en ti, confía en tu hijo, confía en el cambio, confía en… Y es que la confianza es algo muy pero que muy preciado, pero, a la vez, es algo que no se da con facilidad. Sin embargo, la confianza es tan importante que me atrevería a decir que es una de las claves de la felicidad o al menos una de las claves para el cambio que nos acercará bastante a esa felicidad de buscamos.
¿Qué es la confianza? Si buscamos el término en el diccionario, la Real Academia lo define como: intimidad o familiaridad, esperanza o la seguridad que uno tiene en los demás o incluso en sí mismo.
En terapia, y por lo tanto con la intención de hacer un buen proceso de crecimiento ya sea individual o familiar, la confianza es claramente importante para alcanzar esa INTIMIDAD necesaria, ya que sin un ambiente protector y seguro será difícil profundizar en uno mismo. Pero, igualmente importante es la confianza como ESPERANZA. La confianza en el cambio, en que otro modo de vida es posible. La confianza en que, aunque tarde, el objetivo que nos hemos propuesto llegará.
Sin embargo, aunque a veces cueste, estos dos tipos suelen ser más fáciles de conseguir. Con más o menos tiempo, según la persona o la familia, suelen llegar. El que se resiste más, suele ser la confianza en LOS DEMÁS, en el otro. Hay personas que ciertamente han vivido circunstancias difíciles que les hacen desconfiar. Personas que tienen como máxima: «piensa mal y acertarás». Incluso padres y madres, que tras creer haber probado todo, pierden no sólo la esperanza, sino la confianza en su propio hijo.
¿Qué hay tras esa desconfianza? ¿Qué les mueve a desconfiar incluso de su propio hijo? Claramente, lo que hay detrás es MIEDO. En algunos casos, miedo basado en hechos o recuerdos, pero en otros, miedo aprendido basado en creencias incorrectas. De uno u otro modo, es un miedo que les protege y paraliza al mismo tiempo, les encierra y aleja del otro, con el grave peligro de que ese ‘otro’ sea tu hijo.
Y es que no es fácil CONFIAR, pero es indispensable para la transformación. ¿Por qué? Porque detrás de ese miedo a confiar en los demás, hay un miedo a confiar en UNO MISMO. Esta es la confianza, base de todas las demás. Es ésta la que te da la fortaleza para sentirte en intimidad, tener esperanza en el futuro y poder confiar en los otros. Si crees en ti, en tus capacidades para encontrar soluciones, en tus habilidades para relacionarte, en tu fuerza para avanzar, en tu intuición… no habrá cabida para el miedo (o al menos, no el miedo que paraliza y empequeñece). Si confías en ti, sabrás que aunque hayas tenido malas experiencias, lo que has aprendido de ellas te ayudará a rodearte de gente que de verdad merece la pena. Si confías en ti, no necesitarás estar alerta cuando llegas a un sitio nuevo, pues pase lo que pase tendrás herramientas para resolver las situaciones. Si confías en ti, podrás ayudar a tu hijo a crecer pues tendrás la certeza de que juntos podréis con los nuevos retos. Y lo que es aún más importante, si confías en ti y en tu hijo, él podrá confiar en sí mismo.
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